Revista científica
de la Sociedad Española de Medicina Estética
Revista científica de la Sociedad Española de Medicina Estética

Las palabras importan:
¿debemos revisar
los términos médicos que utilizamos
para
divulgar en medicina estética?

Words matter. Should we reconsider the medical terms
used for disclosure in aesthetic medicine?

La medicina, como toda ciencia, requiere de un vocabulario propio y adecuado a sus necesidades de comunicación y expresión. La divulgación de contenidos científicos exige la adquisición de herramientas de comunicación basadas en la evidencia científica. Los pacientes buscan información sobre sus tratamientos en Internet y en redes sociales de salud y medicina estética, pero es imposible separar la ciencia del marketing. Además, las limitaciones legales impiden proporcionar información fehaciente y utilizar la terminología exacta. Un ejemplo de ello es la sustitución de «toxina botulínica» por «neuromodulador», que no son equivalentes, lo que conduce a indudables déficits de comunicación, incluso entre los propios médicos estéticos.

As with all sciences, medicine requires its own specialized vocabulary to effectively communicate and express ideas. The dissemination of scientific content necessitates the acquisition of communication tools grounded in scientific evidence. Patients are increasingly turning to the Internet and social media for information about their treatments in health and aesthetic medicine. However, it is important to note that scientific information is often heavily influenced by marketing strategies. Additionally, legal limitations prevent the delivery of reliable information as well as the utilization of precise terminology in this matter. For instance, the substitution of "botulinum toxin" with "neuromodulator" is not equivalent, resulting in clear communication gaps, even among aesthetic doctors themselves.

Toda rama científica requiere de términos propios adecuados a sus necesidades de comunicación y expresión. La terminología médica tiene el propósito de expresar de forma precisa los conceptos del mundo de la medicina. El Diccionario de términos médicos (DTM), de la Real Academia Nacional de Medicina (RANM), es el punto de referencia de la lexicografía en español para la comunicación médica1.

La necesidad de divulgar contenidos científicos nos obliga a adquirir herramientas que permitan comunicar de manera adecuada y acorde con la evidencia científica. Las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) han cambiado nuestra forma de interaccionar con el medio; antes de Internet, los pacientes buscaban información de sus tratamientos en la propia consulta, con los médicos; actualmente las redes sociales permiten compartir información sobre salud y medicina estética, pero es imposible deslindar la ciencia del marketing.

La regulación de la publicidad médica pone al colectivo de médicos estéticos, que ejercen su actividad profesional en el ámbito privado, en el dilema de difundir conceptos científicos que pueden ser interpretados como publicidad con riesgo de ser penalizados. Cuando las prestaciones provienen del Sistema Nacional o Autonómico de Salud, se puede informar a los usuarios de su “cartera de servicios”, pero cuando provienen de la medicina privada, aparece el componente comercial del acto médico que, siendo lícito y legítimo, debe cumplir con estrictos requisitos legales y éticos2.

Hacia finales del siglo XX la irrupción de la medicina satisfactiva o no curativa, con finalidad de mejora estética justificaba que, ante el aumento de procedimientos médicos estéticos, el marco regulatorio se hiciera estricto. En una sociedad que rechaza la vejez y busca la belleza se abre un mercado potencial en el cual la oferta informativa puede tener una finalidad comercial3‑5. Es en este punto donde el Código de Deontología Médica, en el artículo 65.7 indica que “el médico debe ofrecer sus servicios con un carácter informativo”2; por ello es esencial utilizar una terminología científica que, huyendo de tecnicismos, permita adecuar la comunicación al público con un carácter ético y divulgativo.

Según el DTM de la RANM1, se define neuromodulador como:

  1. Que produce o es capaz de producir neuromodulación.
  2. Sustancia liberada junto con los neurotransmisores por las células nerviosas que modula, por lo general a largo plazo, la actividad endógena de las células diana.

Destacan como observaciones que no debe confundirse con neurohormona, con neuromediador ni con neurotransmisor.

Mientras que define la toxina botulínica como:

  1. Toxina elaborada por Clostridium botulinum, agente causal del botulismo que se ingiere con el alimento en el que se ha producido; se absorbe en el duodeno y yeyuno y pasa a la corriente sanguínea, desde donde alcanza las sinapsis colinérgicas periféricas, incluidas las uniones neuromusculares, y bloquea la liberación de acetilcolina. De las ocho toxinas conocidas (A, B, C1, C2, D, E, F y G), todas son neurotoxinas, salvo C2; las toxinas A, B y E causan botulismo. Puede usarse como arma biológica.
  2. Preparación de neurotoxina botulínica para uso intramuscular, en pequeñas cantidades, en el blefarospasmo, el estrabismo, la distonía cervical, la hiperhidrosis, la espasticidad secundaria a ictus, y con fines estéticos. En la actualidad se comercializan preparaciones de las toxinas botulínicas A (la más conocida lleva la marca Botox) y B.

Acepta como sinónimos los términos: botox, botulina, neurotoxina botulínica y destaca que: «En el campo de la medicina estética, el vocablo "toxina" suscita un fuerte rechazo por motivos comerciales, y ello ha facilitado el uso creciente del anglicismo botox, acrónimo inglés de botulinum toxin que se usó inicialmente como marca comercial, pero se lexicalizó con rapidez».

La neuromodulación es un conjunto de técnicas médicas que regulan la actividad del sistema nervioso mediante estímulos eléctricos, magnéticos o farmacológicos, cuya principal indicación es el tratamiento del dolor crónico, especialmente el dolor neuropático6. Sin embargo, en el ámbito de la medicina estética, cuando se difunde información al público general se ha impuesto el uso del término “neuromodulador“ como sinónimo de toxina botulínica, hasta el punto de que, algunas publicaciones dirigidas a profesionales médicos han asumido como correcta esta sinonimia7.

Figura 1
Figura 1. El marco legal es diferente en cada país; incluso entre países miembros de la Unión Europea. En España puede cambiar, incluso, de una a otra autonomía.

Es esencial utilizar términos científicos que nos permitan adecuar la comunicación al público y a los fines previstos de difusión de la salud. Ante los retos actuales, donde en las redes no solo circula información elaborada por profesionales, sino también contenidos elaborados por agentes de todo tipo, incluidas las propias empresas con fines promocionales y comerciales, es un verdadero desafío mantener y transmitir a las nuevas generaciones de médicos estéticos y a la sociedad en general, la necesidad de utilizar términos adecuados para la comunicación de un hecho científico.

Saber distinguir entre términos médicos y nombres patentados, sigue siendo un reto en épocas donde no solo las redes sociales sino también la inteligencia artificial (IA) introduce modificaciones en el lenguaje, ya que los algoritmos influyen en casi todos los aspectos de la información8.

Otros términos como “intralipoterapia” y “ultracavitación” también deberían evitarse por tratarse de nombres patentados y no de términos científicos9. De igual manera, conviene ser más estrictos en el uso del concepto de medicina regenerativa en técnicas de medicina estética. Aunque las expectativas son enormes, uno de los mayores desafíos en la regulación de la medicina regenerativa es equilibrar la necesidad de innovación con la protección del paciente. En un campo en constante desarrollo como este, la regulación debe ser flexible para fomentar la innovación, pero también lo suficientemente estricta para proteger a los pacientes de posibles efectos adversos y terapias no probadas (Figura 1).

Bibliografía

  1. Diccionario de términos médicos. Real Academia Nacional de Medicina. Ed. Panamericana. Madrid. 2012. https://dtme.ranm.es
  2. Manual de ética y deontología médica. Organización Médica Colegial. 2023. Capítulo XX. De la Publicidad. Pág. 327‑340.
  3. Ghalamghash R. Premium Doctors TM’ Review of Ethical Advertising in Aesthetic Medicine: Challenges and Best Practices. Preprints 2025, 2025062269. https://doi.org/10.20944/​preprints202506.2269.v1
  4. Hermans AM. Watermelons, Syringes, and Regulation: Instagram Marketing by Cosmetic Clinics in the UK and the Netherlands. Aesthetic Plast Surg. 2023 Oct;47(5):2179‑2189. https://doi.org/10.1007/s00266-023‑03420‑0
  5. Lim B, Seth I, Marcaccini G, Susini P, Cuomo R, Rozen WM. Regulatory frameworks in plastic and cosmetic surgery: a comparative scoping review across Australia, United Kingdom, and Italy. Gland Surg. 2024 Aug 31;13(8):1561‑1572. https://doi.org/10.21037/gs-24‑244
  6. De Gurtubay IG. Tecnologías emergentes. Neuroestimulación y neuromodulación. Anales del Sis San Navarra. 2020;43(3):293‑296. https://doi.org/10.23938/assn.0923
  7. Iriarte Roca R. Técnicas de relleno facial con ácido hialurónico y neuromodulación para el rejuvenecimiento perioral. Revisión sistemática. Medicina Estética. 2018;56(3):6‑13. https://doi.org/10.48158/​MedicinaEstetica.056.01
  8. Herrera-Ortiz JJ, Herrera-Valdivieso M, Moreno-Morán D, Peña-Avilés J. La inteligencia artificial y su impacto en la comunicación: recorrido y perspectivas. Telos: Revista de Estudios Interdisciplinarios en Ciencias Sociales. 2024;26(1):278‑296. https://doi.org/10.36390/telos261.18
  9. Insua Nipoti E. Técnicas de lipoclasia y sus aplicaciones en el tratamiento del panículo adiposo superficial. Resultados a nivel clínico y experimental. Tesis doctoral. 2013. https://repositorio.uam.es/​handle/10486/12580