Revista científica
de la Sociedad Española de Medicina Estética
Revista científica de la Sociedad Española de Medicina Estética

Las bases fisiológicas
de la belleza humana

The physiological foundations of human beauty

Autor

Introducción

Se suele decir popularmente que “sobre la belleza no hay nada escrito”; sin embargo, sobre la belleza se ha escrito muchísimo, y de hecho ha sido una de las obsesiones reiteradas de filósofos, poetas y artistas a lo largo de la historia. Lo que ocurre es que las ideologías políticas actuales obtienen poder manipulando a las personas en una gran cantidad de aspectos, y para ello se ha reforzado la importancia del conocimiento subjetivo en la percepción de las cosas, como medio de aceptación de las reglas sociales que convienen al poder. Es decir, se ha reforzado el conocimiento subjetivo para que las personas tengan la ilusión de que han elegido por ellas mismas las reglas impuestas por los intereses económicos, sociales y políticos. Como consecuencia, en la sociedad se ha generalizado el concepto de que algo es bello si así te lo parece. Pero esto conduce a una confusión generalizada, ya que en realidad la belleza está fuertemente basada en conceptos objetivos universales y genéticos.

Hasta el siglo XX la belleza tenía un componente objetivo fundamental, aunque permitía que se interpretara sutilmente en base a ciertos componentes subjetivos, e intersubjetivos (ideologías sociales compartidas). Desde el siglo XX los componentes subjetivos, y sobre todo los intersubjetivos, de la belleza se fueron incrementando enormemente y eclipsando el componente objetivo principal. Margaret Wolfe Hungerford (1855‑1897) fue la escritora que manifestó por primera vez que “la belleza está en el ojo del observador”, pero esta idea parecía un despropósito en el siglo XIX1. No obstante, al principio del siglo XX, y por diversas causas sociales muy conocidas, se desarrollaron un conjunto de corrientes artísticas experimentales que deseaban buscar nuevos caminos y formas de expresión; fue cuando se adoptaron las ideas de Hungerford y empezó a crecer paulatinamente el componente subjetivo en la percepción del mundo, especialmente en la producción artística.

Sin embargo, el incremento del componente subjetivo, aunque permitió la creación de grandes obras de arte, sobre todo propició el incremento de la mediocridad en el comportamiento humano en general, y en la producción artística en particular2. Con el paso del tiempo, a finales del siglo XX, el hastío de mediocridad empezó a manifestarse en una nueva vuelta a la adopción de reglas objetivas clásicas; fue cuando los políticos descubrieron que debían incrementar los valores subjetivos para que las personas adoptaran voluntariamente las ideas intersubjetivas creadas por ellos, y así facilitar el control social. Como consecuencia las personas se han empoderado aceptando ideas intersubjetivas, creadas por el poder, pensando que son sus propias ideas subjetivas. Y esto se manifiesta hoy en día en una mediocridad generalizada en todo el espectro social (comportamiento, vestimenta o reglas sociales), y especialmente en la producción artística. También en el campo de la medicina estética, y se ha manifestado en un incremento desproporcionado de intervenciones estéticas innecesarias o mediocres.

Debido a la superpoblación y la competencia universal creada por las redes sociales, las personas tienen hoy un enorme deseo de mejorar su aspecto y de llamar la atención, y exigen intervenciones estéticas desproporcionadas, con resultados llamativos y vulgares (no solo en medicina estética, también en cirugía plástica, tatuajes, complementos y vestimenta)3. Después de la intervención, estas personas están contentas ya que notan que llaman la atención, pero no sospechan que, en la mayoría de las ocasiones, se debe a la rareza del resultado y no a su belleza. Por ello, es el médico estético quien debe disuadir a sus pacientes de realizar ciertas intervenciones, y en su lugar hacer otras más adecuadas y exitosas. Y para ello debe echar mano a las reglas objetivas en las que principalmente se basa la belleza.

La percepción de la belleza tiene un componente genético universal, y también otro pequeño componente ambiental. El componente genético universal se ha demostrado en varios estudios, pero quizás la prueba más importante es que los niños a partir de los tres meses de edad ya con capaces de detectar y preferir rostros realmente bellos, y no se puede decir que sea debido a la educación recibida4. De hecho, varios estudios prueban que existe un estándar universal sobre la belleza de los rostros, con independencia de la cultura y la raza5,6, aunque cambia sutilmente con el paso del tiempo7.

Con la finalidad de evaluar de forma objetiva la belleza de los rostros femeninos hace pocos años se propusieron 4 factores básicos: rasgos medios, dimorfismo sexual, apariencia juvenil y simetría8. Sin embargo, estos factores mostraron ser insuficientes ya que muchos rostros que los cumplían no resultaban tan atractivos y, por el contrario, existían rostros realmente atractivos que no los cumplían. Era necesario profundizar en el tema y muy pronto se añadió el factor más importante, las proporciones entre las diferentes partes del rostro y del cuerpo9. Como resultado se han identificado un conjunto de proporciones complejas en el cuerpo y el rostro; aunque debido a su complejidad, habitualmente se utilizan proporciones más sencillas, como el “índice andrógino”10.

La belleza, como cualquier otro fenómeno complejo, no puede entenderse analizándose por partes sino como un todo. Del mismo modo, la belleza del rostro es el resultado de complejas interacciones entre numerosos rasgos de este, y otras partes del cuerpo. Por este motivo, y hasta hoy en día, las intervenciones estéticas se han dejado a la responsabilidad del “buen ojo” del profesional, que permite observar de forma integrada las proporciones e interacciones entre los diferentes rasgos del rostro y del resto del cuerpo11. Esta es buena práctica, ya que el cerebro tiene mecanismos innatos y complejos para analizar en paralelo todos estos rasgos y evaluar el nivel de belleza. Sin embargo, pocas personas tienen el talento para crear belleza, planificando la relación que debe existir entre el conjunto de rasgos que la definen. Por ello conviene profundizar en el tema, e identificar los factores fisiológicos básicos, objetivos y universales que sustentan la belleza humana y las complejas interacciones que existen entre ellos. De este modo se puede mejorar considerablemente el criterio estético de los profesionales de la medicina estética y la cirugía plástica.

Materiales y método

Para detectar las bases fisiológicas de la belleza humana se ha realizado una búsqueda sistemática de trabajos de investigación publicados, relacionados con diferentes aspectos de la belleza humana, haciendo hincapié en el rostro. De los más de 200 trabajos encontrados, se han seleccionado 79 y se ha realizado un resumen de estos. Finalmente se han clasificado y agrupado entre sí los factores principales que determinan la belleza humana, y en espacial la belleza del rostro.

Resultados

En base al análisis sistemático de las referencias bibliográficas recopiladas se han podido identificar 12 factores fisiológicos principales que definen la belleza humana.

1. Proporciones del cuerpo

La altura y las proporciones del cuerpo es lo primero que se percibe y evalúa a la hora de juzgar la belleza humana. De hecho, los italianos tienen una frase muy conocida “Altezza mezza bellezza”, indicando que las personas altas son más atractivas que las de estatura media, en igualdad de condiciones, lo cual es generalizable para cualquier cultura y raza.

No obstante, el factor más importante de belleza corporal son las proporciones entre las diferentes partes del cuerpo. Desde la antigua Grecia, los artistas han estado muy preocupados por identificar dichas proporciones ideales con la finalidad de representar cuerpos humanos bellos en sus esculturas. Los griegos observaron que habitualmente en varios seres vivos existían proporciones similares a ciertas proporciones geométricas recién descubiertas como es la proporción áurea, también llamada proporción divina (representada por la letra Φ es 1,618). Detectaron que en el cuerpo humano se podrían considerar proporciones divinas entre algunas de sus partes más representativas. Ellos pensaron que esta proporción era la base geométrica de la belleza y por ello la utilizaron en el diseño de sus edificios más representativos.

Figura 1
Figura 1. El hombre de Vitruvio (c. 1490). Leonardo da Vinci (1452–1519). Gallerie dell'Accademia, Venecia.

Más tarde, en la antigua Roma, los artistas siguieron identificando las proporciones ideales de los cuerpos bellos y se escribieron tratados importantes de diseño basados en ellas, especialmente en arquitectura. No obstante, no fue hasta el Renacimiento cuando se identificaron las reglas geométricas ideales para representar la belleza de los cuerpos humanos (Figura 1), aunque la proporción divina no está tan presente como se desea creer (Figura 2). En realidad, la proporción divina, y algunos otros cánones artísticos, son idealizaciones de las proporciones humanas para ayudarnos a crear obras de arte bellas. Es decir, expresan un deseo del artista de que la naturaleza siga un conjunto de proporciones puras, pero la realidad no es así, ya que no todos los cuerpos humanos bellos tienen estas proporciones idealizadas, aunque se acercan mucho12. Hoy día, y después de 2.500 años, los cánones clásicos siguen siendo válidos como una referencia idealizada7,13.

Figura 2
Figura 2. Proporciones entre las diferentes partes del cuerpo incluidas en el hombre de Vitruvio. No se ha detectado ninguna proporción divina. Para Leonardo la altura ideal del cuerpo humano es de 24 palmas (178,72 cm) y coincide con su envergadura. Entre un sinfín de proporciones, se aprecian los tercios vitruvianos de 0,8 palmas (5,95 cm). Análisis realizado por el autor, Luis de Garrido.

En la actualidad existe un renovado interés por detectar las proporciones que determinan la belleza del cuerpo humano ya que, en general, son un indicador de la calidad genética de las personas. Se han realizado grandes paralelismos con la salud, y entre todas ellas sobresalen dos: la relación entre el tamaño de la cintura y de las caderas, y la relación entre la altura y la longitud de las piernas (en espacial la longitud del fémur). Se evidencia un mayor atractivo visual en los hombres que tienen una proporción cintura/cadera de 0,9, y en las mujeres de 0,714, como evidencia de una gran calidad reproductiva. En un estudio reciente se ha demostrado que al observar mujeres con una relación cintura/cadera de 0,7 se activan de forma más pronunciada el córtex orbitofrontal y el córtex cingulado anterior15; que también se activan fuertemente al observar rostros con gran belleza. Esta preferencia por determinadas proporciones se desarrolla a temprana edad y se ha observado incluso que niños de 3 años se ven atraídos por ciertas proporciones corporales16.

Otro indicador importante de la belleza corporal es la proporción entre la altura y la longitud de las piernas; se ha demostrado que unas piernas largas son un indicador de una buena alimentación desde la infancia y un indicativo de buena salud y gran resistencia frente enfermedades relacionadas con el corazón e hígado, diabetes e incluso cánceres17. Además, se ha demostrado que unas piernas largas son un indicador de una elevada reserva cognitiva y somática18. No es de extrañar que los humanos hayan desarrollado una preferencia genética a las piernas largas, y que las mujeres prefieran ropa que le hagan las piernas más largas y suelan utilizar tacón, aunque tengan una gran altura.

De momento no existen trabajos en los que se haya identificado, con precisión y exactitud, la relación proporcional entre las diferentes partes del cuerpo que sustentan la belleza, ya que existen muchas variables. No obstante, y a pesar del elevado número de variables, el cerebro humano tiene mecanismos neurocognitivos para detectar los cuerpos más proporcionados y bellos, y al observarlos se activan de forma más intensa el área corporal extraestriada (ACE) del giro fusiforme (GF)19. Además, esta activación en heterosexuales es mayor al observar cuerpos de sexo opuesto que cuerpos del mismo sexo (Cazzato et al, 2012)20. Eso significa que existe un conjunto de proporciones interconectadas en el cuerpo humano que determinan su belleza y que debamos conformarnos con las idealizaciones aproximadas.

2. Tamaño de los pies

A lo largo de la historia se ha relacionado un tamaño pequeño de los pies de las mujeres con un alto potencial reproductivo, juventud y buena salud. De hecho, el tamaño de los pies de las mujeres, en relación con su altura, va aumentando conforme van envejeciendo y tienen hijos21,22. No es extraño que los hombres prefieran a las mujeres que tengan los pies pequeños (las mujeres también los prefieren), y esto se ha extrapolado a la industria de la moda. En varios estudios se ha demostrado que las mujeres prefieren hombres con un tamaño promedio de pies mientras que, tanto hombres como mujeres, ven más bellas a las mujeres con pies pequeños, e incluso exageradamente pequeños23,24. Las mujeres, para parecer más atractivas, suelen llevar zapatos ajustados y con tacones altos, ya que al elevarse el pie aparenta ser más pequeño, lo cual atrae más a los hombres. Los zapatos de tacón hacen que los pies se perciban más pequeños al reducir la distancia aparente entre tacón y la punta del pie y, del mismo modo, al caminar, los pasos parecen más pequeños.

3. Simetría del rostro

El conocimiento subjetivo es algo íntimo y personal y solo se transmite a los demás por medio de la palabra y de los gestos faciales. Por tanto, los seres humanos han desarrollado varias estructuras neurocognitivas para interpretar las intenciones y emociones de los demás analizando los rasgos de sus rostros25. En el rostro se reflejan muchos aspectos importantes de la realidad interna de las personas, incluida su salud y potencial reproductivo. La evolución ha propiciado que se consideren bellos los rostros simétricos y con determinados rasgos, ya que evidencian externamente la bondad genética de las personas. De hecho, se ha demostrado que la percepción de una simetría corporal, y especialmente en el rostro, es un indicador muy importante de salud, y de ausencia de defectos congénitos, defectos de desarrollo, infecciones parasitarias y desnutrición26; por ello, los rostros más simétricos se perciben como más bellos y atractivos. La detección de una correcta salud en una posible pareja sexual ha forzado a que el cerebro haya evolucionado enormemente hasta detectar pequeñas variaciones en la composición estética del rostro, de tal modo que la diferencia entre un rostro bello y otro menos bello radica tan solo en pequeñísimos detalles27.

La percepción de la simetría en el rostro de las mujeres es un indicador que evidencia una óptima fertilidad (y por tanto un seguro de calidad genética de los descendientes) y se asocia con la belleza en cualquier raza y cultura, lo que sugiere que los mecanismos neurocognitivos de la percepción de la simetría se han incorporado de forma evolutiva y no cultural28. Por otro lado, en los hombres la relación entre la simetría del rostro y la masculinidad es tan estrecha que las mujeres son capaces de detectar hombres con rostros simétricos con los ojos cerrados, únicamente por su olor corporal29. Además, la preferencia de las mujeres por los rostros simétricos masculinos (y la simetría en general) se intensifica en la fase fértil de su ciclo menstrual30, lo que se denomina como “ovulatory swift”.

4. Proporciones del rostro

Los rostros se perciben muy rápidamente como atractivos o no atractivos; aunque suele ser muy difícil o imposible expresar con palabras los motivos25,31. Habitualmente se suele asociar con la belleza del rostro el tamaño de los ojos, junto a la forma de la cara, de los labios y de las mandíbulas32. Los ojos son muy importantes tanto para la percepción de la belleza como para la interacción social, y de hecho en el cerebro existe una zona, el surco temporal superior (STS) que permite seguir los movimientos oculares de otras personas y determinar la dirección de su mirada33. El STS se desarrolla muy pronto de tal modo que, a los pocos meses de vida, los niños pueden seguir fácilmente la mirada de sus madres34. Además, el reconocimiento ocular está conectado directamente con la amígdala, que juega un factor importante en el proceso emocional35.

Figura 3
Figura 3. Rostro masculino de perfil y proporciones (c. 1490). Leonardo da Vinci (1452–1519). Gallerie dell'Accademia, Venecia.

La percepción de la belleza del rostro depende sobre todo de un conjunto de factores relevantes y mucho más sutiles que tienen que ver con las relaciones proporcionales entre sus diferentes rasgos. El rostro tiene una forma y un volumen complejo, determinado y compuesto por varios rasgos o elementos primarios (pelo, cejas, ojos, nariz, labios, orejas), y una gran cantidad de rasgos o elementos secundarios (pestañas, líneas glabelares, surcos nasogenianos, pómulos, mentón, mejillas, líneas de marioneta, patas de gallo, etc.). Todos estos elementos ocupan una determinada posición y están interconectados entre sí a una determinada distancia. Nuestros genes se encargan de que estos elementos tengan una determinada forma, y que ocupen más o menos una misma posición determinada, aunque por supuesto existen pequeñas diferencias entre unos individuos y otros. Todos los elementos de la cara forman una composición armónica que depende de varios factores tales como color, textura, forma, y posición. El caso es que sutiles y pequeñísimos cambios en la forma y posición de estos elementos pueden suponer la diferencia en que la composición del rostro se perciba como bella o no. La evolución natural y el éxito reproductivo se ha encargado de que con el paso del tiempo se premien ciertas relaciones compositivas y proporcionales entre los diferentes rasgos del rostro, ya que estas relaciones armónicas están intrínsecamente asociadas con una buena genética y salud. Del mismo modo en nuestro cerebro se han ido creando ciertos mecanismos neurocognitivos para detectar estas relaciones armónicas concretas, y proporcionarnos placer al hacerlo. El objetivo evolutivo es que la contemplación de ciertos rostros nos cause placer y atracción, para facilitar la relación sexual y ampliar la probabilidad de tener descendencia sana. Por supuestos estos mecanismos de detección de las proporciones armónicas son muy complejos, ya que las relaciones entre las diferentes partes del rostro son muy numerosas y variadas. Por ello, la evolución se ha encargado de que solo algunos mecanismos de detección de la belleza se activen en un plano consciente, mientras que la mayoría se realizan en un plano inconsciente, ya que de otro modo la carga neurocognitiva consciente sería enorme e interrumpiría la realización de otras actividades básicas. Los mecanismos neurocognitivos de detección consciente de las relaciones armónicas del rostro tienen lugar en áreas del cerebro pertenecientes a la Red Neuronal Ejecutiva (ECN) y al sistema límbico; mientras que los mecanismos neurocognitivos de detección inconsciente tienen lugar en áreas del cerebro pertenecientes a la Red Neuronal por Defecto (DMN)36. Como consecuencia, al percibir un rostro sabemos si es más o menos bello, pero no sabemos la mayoría de los motivos.

Figura 4
Figura 4. Estudios de proporciones de la cara y el ojo (c. 1489–90). Leonardo da Vinci (1452–1519). Punta metálica, pluma y tinta marrón sobre papel. Biblioteca Reale, Turín.

A lo largo de la historia los artistas han intentado identificar las relaciones compositivas entre los diferentes rasgos del rostro que definen su belleza. En la antigua Grecia se detectaron ciertas relaciones basadas en la proporción áurea, también llamada proporción divina (1 – 1,618). En la antigua Roma se replicaron estas proporciones y se añadieron otras más sencillas (como por ejemplo los tres tercios vitruvianos del rostro), hasta que los genios del Renacimiento profundizaron en su estudio. Leonardo da Vinci identificó perfectamente los tres tercios vitruvianos, las subproporciones internas de cada tercio, la horizontal de Frankfurt, y muchas otras relaciones que son de rigurosa actualidad (Figuras 3 y 4).

En el siglo XIX se avanzó mucho más en el estudio de las proporciones, pero no se pudieron identificar nuevas proporciones que garantizaran la belleza de los rostros, debido a la gran cantidad de rasgos y de proporciones que existen. Por ello, hasta nuestros días se han seguido utilizando las proporciones clásicas para representar la belleza de los rostros en el arte.

Tabla I
Tabla I. Puntos de referencia del rostro. Modificado de Ricketts (1982)38.
Tabla II
Tabla II. Puntos de referencia del rostro. Modificado de Milutinovic et al (2014)12.

Recientemente se han revisado y modificado sutilmente los cánones neoclásicos37, aunque muchos investiga­dores siguen detectando importantes proporciones en el rostro basados en la proporción divina38.

Según los estudios de estos investigadores se pueden identificar unos determinados puntos referenciales en el rostro humano (Tabla I), y unas determinadas proporciones entre ellos (Tabla II).

Como se ve, en estos estudios se aprecia que la propor­ción divina parece estar presente en varias proporciones fundamentales (Figuras 5 y 6).

Figura 5
Figura 5. Algunas proporciones áureas usualmente identificadas en el rostro humano. Tomado de Milutinovic et al (2014)12.
Figura 6
Figura 6. Los 3 tercios vitruvianos y los 5 quintos del rostro humano. Tomado de Milutinovic et al (2014)12.

No obstante, la detección de proporciones divinas en el rostro, en el cuerpo y en obras de arte es en realidad más un deseo que una realidad. Según la precisión en la realización de mediciones, y según los puntos de referencias exactos, puede parecer que hay una proporción aurea, o simplemente un acercamiento. Y es inaceptable para muchas personas puristas el reconocer que, tal vez, la proporción aurea es tan solo una invención geométrica teórica que apenas se encuentra en la naturaleza de forma pura. Téngase en cuenta, por ejemplo, que la proporción divina (1 – 1,618) se parece enormemente a otras proporciones musicales todavía más presentes en la buena arquitectura e incluso en el rostro y en el cuerpo humano, como por ejemplo 5/3 (1 – 1,66), o 8/5 (1 – 1,6).

Por ello, y para zanjar el asunto de una vez, en nuestros días se están llevando a cabo diferentes estudios con la finalidad de validar o afinar las proporciones clásicas. De entre todos los estudios realizados destaca uno en el que se analizaron 83 mujeres consideradas de belleza normal, y 24 mujeres consideradas como muy bellas, todas ellas entre 22 y 28 años12. El objetivo del trabajo era comprobar la existencia de la proporción divina (1 – 1,618), y otras relaciones vinculadas habitualmente con la belleza del rostro. Los resultados del trabajo fueron muy ilustrativos, y se confirmó que los rostros más bellos tienen unas dimensiones y proporciones cercanas a la proporción áurea, habiendo cánones habitualmente establecidas para definir la belleza del rostro que no coinciden; en cambio se acercan a otras proporciones habituales más puras. Es cierto que algunos de los rostros considerados tenían unas proporciones cercanas a la proporción divina, pero también se detectaron rostros calificados como más bellos con unas proporciones que no coincidían con las idealizadas.

Tabla III
Tabla III. Relaciones faciales en mujeres con rostro promedio y en mujeres con rostro muy bello. Proporciones promedio calculadas por Luis de Garrido, según trabajos de Milutinovic et al (2014)12.

En la Tabla III se hace un resumen completo de las proporciones encontradas en este trabajo, similares a los encontrados otros estudios anteriores39; también confirmados por estudios recientes basados en análisis big data y deep learning40,41. En base a esta tabla, el retrato robot de una mujer bella es el siguiente:

  • Cara pequeña y redondeada.
  • Frente grande.
  • Tercio central 9% menor que la tercera parte de la altura del rostro.
  • Tercio superior 5,7% mayor que la tercera parte de la altura del rostro.
  • Los 5 quintos verticales de igual magnitud, aunque su tercio externo derecho sutilmente más pequeño.
  • Nariz estrecha y ancho de boca un 50% superior.
  • Medidas generales similares a los expuestos en la tabla.

Sin duda, esta tabla proporciona datos muy valiosos para médicos estéticos, e incluso para el maquillaje diario. Y no se debe olvidar que el rostro puede despertar atención por dos motivos muy diferentes: por ser bello, o por tener algo raro.

Con la edad el rostro va experimentando cambios, especialmente en el tamaño de las orejas42 y de la nariz43, y las sutiles proporciones del rostro que determinaban su belleza se van alterando con el tiempo, pudiendo suceder que algunas personas aumenten su atractivo, mientras que otras lo reduzcan.

5. Rasgos promedios

Se podría pensar que los rasgos pronunciados atractivos podrían crear rostros más bellos; sin embargo, no es así. En todas las culturas existe una preferencia dominante hacia los rostros con rasgos promedio44, que se fortalece después de los 5 años45. De hecho, los hombres prefieren rostros promedios en las mujeres, aunque ellas no se consideran atractivas al tener un rostro así, debido probablemente a un deseo cultural de diferenciarse de las demás46. Esta predilección hacia los rasgos promedio se manifiesta incluso a la hora de hacer retratos robots de rostros promedios de delincuentes, que se perciben como más atractivos que los rostros particulares de todos ellos47.

El hecho de que los rostros con rasgos faciales promedio se perciban como los más bellos y atractivos se debe principalmente a tres razones. En primer lugar, el establecimiento de reglas culturales suele favorecer los rasgos más comunes y, además, los rostros promedio tienen más probabilidad de ser simétricos48. En segundo lugar, la selección natural favorece los rasgos faciales más bellos que son los más exitosos, y como consecuencia son más numerosos, y por ello se perciben como más comunes y menos especiales; pero en realidad son los más bellos y atractivos49. En tercer lugar, debe recordarse que la actividad neurocognitiva general del cerebro humano se basa en el establecimiento de expectativas, por lo que los rostros con rasgos promedio cumplen mejor con las expectativas, defraudan menos, y por tanto generan menor carga cognitiva en su reconocimiento e interpretación50.

No obstante, y a pesar de que el atractivo y la belleza general radica en los rostros promedio, en algunos casos la exageración de ciertos rasgos faciales (ojos grandes, cejas grandes…) pueden resultar más atractivos31. Este fenómeno se denomina signal shift y puede significar que el cerebro suele sobrevalorar ciertas características simples a la hora de valorar el atractivo de los rostros51. Sin embargo, el signal swift tiene un límite de intensidad, ya que si los rasgos faciales son demasiado exagerados provocan un trabajo neurocognitivo adicional en el cerebro y se perciben entonces como algo raro y feo25. También tiene un límite temporal, ya que la percepción prolongada de rasgos faciales prominentes y poco usuales implica un trabajo neurocognitivo adicional, y provoca hastío.

6. Homogeneidad y tono de la piel

En cualquier cultura y raza la homogeneidad del color de la piel es un importante indicador de la belleza, y se relaciona con un buen estado de salud52,53. De hecho, simplemente observando la piel de las mejillas las personas son capaces de determinar la edad, simplemente observando la homogeneidad de la piel54. La correlación entre homogeneidad de la piel y salud es tan estrecha que en China se observa la piel para determinar posibles enfermedades de un paciente55.

El tono de la piel también es importante, y las mujeres con una piel con tonos rosáceos (que refleja su nivel de estradiol) se perciben mucho más atractivas, evidenciando una mejor salud56 y fertilidad57. Con la edad cambia el tono y color facial y se va oscureciendo, reduciéndose el contraste con otros elementos faciales (pelo, ojos, labios)58; cuando esto acontece se reduce el atractivo facial porque la retina es muy sensible al contraste25.

7. Percepción de la salud

En el rostro se percibe fácilmente el estado de salud actual, e incluso su historial pasado. Los indicadores más importantes son la tersura y el tono de la piel, las ojeras, y especialmente la esclerótica. La esclerótica tiende a oscurecerse tanto con la edad como con un mal estado de salud, por ello la percepción de una esclerótica blanca se asocia a juventud, salud y fertilidad59. Aunque cabe recordar que el indicador más importante de la pérdida de salud es la decoloración de la piel60.

8. Percepción de la edad

La edad es un factor determinante en la percepción de la belleza especialmente en el rostro61 que, con el paso del tiempo, se percibe como menos atractivo, agradable y enérgico, evidenciando una pérdida de la capacidad vital, social y reproductiva14,62,63, produciendo incluso una gran pérdida de la autoestima64.

La percepción de la edad se realiza de forma muy rápida al detectar la pérdida del contraste en la cara, las arrugas y la uniformidad del tono de la piel, y por el tamaño de los ojos y de los labios64. La mayoría de las personas aciertan la edad real de otras simplemente con observarlas, con una aproximación media del 95%65, e incluso observando tan solo su piel con una aproximación del 60%54. La percepción de la edad es importante, ya que una edad avanzada en las mujeres se asocia a una pérdida de fertilidad y salud, y en los hombres a una posible disminución de su potencial. No obstante, con la edad los hombres tienden a acumular más poder y recursos económicos que las mujeres, convirtiéndose así en más atractivos para las mujeres66.

Sin duda el indicador más importante de la edad (y de pérdida de fertilidad) son las arrugas, ya que irremediablemente aumentan con el paso del tiempo y la exposición solar continuada60.

9. Diferencias de género del observador

Un rostro se percibe más o menos bello dependiendo del sexo del observador. En general los rostros del sexo opuesto se perciben como más atractivos que los del mismo sexo debido a sus rasgos diferenciales, lo cual garantiza el éxito reproductivo. Las mujeres perciben comparativamente menos atractivas a las mujeres que son atractivas para los hombres, y viceversa.

Las hormonas sexuales (estrógeno en mujeres, testosterona en los hombres) son las que definen los rasgos faciales y corporales que determinan el atractivo y la belleza, y del mismo modo promueven que el cerebro tenga mecanismos para detectar estos rasgos, como señalizadores de una buena salud y el éxito reproductivo. Son varias las regiones del cerebro donde se expresan receptores de andrógenos, o de estrógeno/progesterona, que establecen una estructura y unas respuestas neurocognitivas diferentes en las mujeres y en los hombres desde la pubertad29.

Se ha comprobado que las mujeres con solo mirar fotografías de hombres pueden detectar su nivel de “masculinidad”, confirmada posteriormente con análisis del nivel de testosterona en su saliva67. Además, prefieren hombres con elevados niveles de testosterona para una aventura y, en cambio, prefieren hombres con menor nivel de testosterona para una pareja estable (al igual que sus padres), con la finalidad de que sean más capaces de cuidar de forma segura sus posibles hijos68. Cabe considerar que si los hombres van buscando una relación estable deberían elegir convenientemente su forma de vestir y comportarse, y mostrar sus fotos sin exagerar su masculinidad31.

Por otro lado, niveles elevados de estrógeno son los que hacen más bellas a las mujeres en todas las razas69,70 y, a su vez, los hombres perciben a las mujeres con elevado nivel de estrógeno como más femeninas, atractivas y sanas: las mujeres suelen utilizar maquillajes blanco-rosáceos para simular en su cara un elevado nivel de estrógeno interno, y así atraer a los hombres engañándolos71.

10. Distancia del observador

Las personas son más o menos atractivas dependiendo de la distancia de la percepción. Generalmente los rostros con rasgos muy pronunciados se perciben como más atractivos y bellos a cierta distancia, mientras que se perciben menos bellos a distancias más cortas. En cambio, los rostros promedio son más bellos a corta distancia, pero en cambio pasan más desapercibidos a cierta distancia. Las razones de este fenómeno son dos. En primer lugar, tal como se ha dicho, para ser atractivos los rostros deben tener unas determinadas relaciones proporcionales entre todas sus partes. Pero con la distancia la percepción de las partes cambia considerablemente72. De cerca se perciben ciertas partes del rostro, así como sus relaciones proporcionales y armónicas, pero a mayor distancia la percepción de algunas partes se diluye y se perciben menos; en cambio otras cobran relevancia. Como consecuencia unas determinadas proporciones por muy ideales que sean dejan de percibirse, y se perciben otras como nuevos rasgos relevantes, que son menos ideales y por tanto la belleza del rostro se atenúa.

En segundo lugar, los rostros con rasgos exagerados se perciben muy bien en la distancia, ya que provocan una cercanía al observador (por eso los mimos y los actores de teatro se maquillan exagerando los rasgos para parecer más cercanos al espectador). En cambio, estos mismos rasgos exagerados se perciben de cerca excesivamente, invadiendo el espacio personal del observador y alterando las relaciones proporcionales y armónicas entre las partes, de modo que la percepción de la exageración implica una actividad neurocognitiva extra, que se percibe como algo feo y puede provocar hastío muy fácilmente.

11. Familiaridad del observador

La belleza se encuentra habitualmente en los rasgos promedios del cuerpo y rostro humano, pero también pueden percibirse como muy bellos ciertos cuerpos y rostros con rasgos muy pronunciados. Sin embargo, los rostros promedios siempre parecen bellos con el paso del tiempo, pero los rostros con rasgos muy pronunciados pueden percibirse como menos bellos, o incluso como no bellos con la observación continuada25. Ello puede deberse a dos razones. En primer lugar, los rasgos pronunciados suscitan una mayor expectativa, y por tanto bajan las probabilidades de cumplirse. En segundo lugar, los rasgos pronunciados inducen una mayor carga neurocognitiva al observador, que prolongadamente el cerebro lo interpreta como cierto dolor, y por tanto rechazo.

12. Nivel de expertise del observador

El conocimiento que el observador tenga sobre los fundamentos de la belleza, arte, cosmética facial o cirugía estética hace que varíe su percepción sobre la belleza de los rostros. De hecho, la actividad neurocognitiva al contemplar la belleza en general, y la belleza de los rostros en particular, varía dependiendo del nivel de expertise del observador73.

Discusión

En la búsqueda de la belleza objetiva del rostro humano nuevas herramientas entran en juego, tales que la inteligencia artificial (IA) y el deep learning (aprendizaje profundo, una rama de la IA). Para identificar las características faciales más importantes que definen la belleza del rostro humano se han creado varias bases de datos que incluyen el estudio de caras de personas de cualquier parte del mundo. Una de las más utilizadas es la SCUT‑FBT41, cuyos rostros son puntuados continuamente por miles de personas anónimas (Figura 7). De este modo se puede saber cuáles son los rostros más valorados por cualquier persona, con independencia de su sexo, edad, condición social, raza, nivel educativo, etc. Se puede decir que los rostros más bellos desde un punto de vista objetivo son los más valorados en estas bases de datos. Una conclusión al analizar estas bases de datos es que los rostros calificados como muy bellos son una minoría. Otra conclusión es que los rostros más bellos cumplen con las características y proporciones identificadas en el presente trabajo.

Figura 7
Figura 7. Rostros calificados con diferentes niveles de belleza en la base de datos SCUT-FBP. Tomado de Xie et al (2015)41.
Figura 8
Figura 8. Identificación de 18 características faciales para crear un modelo computacional. Tomado de Xie et al (2015)41.

Estas bases de datos también están siendo usadas por algoritmos de IA y deep learning con la finalidad de detectar y analizar las proporciones y rasgos faciales que definen la belleza en el rostro, y realizar calificaciones de forma automática. Algunos investigadores están utilizando redes neuronales convolucionales (CNN)40,41, marcos importantes del deep learning, para identificar las relaciones de hasta 18 características faciales, y en base a ellas realizar calificaciones automáticas (Figura 8). Lo sorprendente es que las calificaciones realizadas por estos algoritmos coinciden básicamente con las calificaciones medias otorgadas por miles de personas, lo que las convertirán en herramientas perfectas para valorar el nivel de belleza de las personas, sin estar influenciados por prejuicios.

Recomendaciones para los médicos estéticos

En base al trabajo de investigación realizado para identificar las fases fisiológicas de la belleza humana se pueden realizar importantes recomendaciones para los médicos estéticos y cirujanos plásticos.

1. Es importantísimo la sutilidad en la intervención, modificando lo menos posible la relación entre las diferentes partes del rostro. Es preferible quedarse corto que pasarse. La relación entre las diferentes partes del rostro es muy compleja, y se puede dar el caso que, al mejorar alguna parte, se desequilibre la relación con otras partes del rostro y el resultado no sea armonioso. Son los pacientes los que suelen pedir al médico una intervención drástica, pero un buen profesional debe disuadirlos y hacer lo correcto. Debe tenerse en cuenta que, aunque el rostro quede más o menos bien, los pequeños defectos o alteraciones que puedan quedar en el rostro causan más problemas psicológicos que los grandes defectos originales74. Ante los grandes defectos, las personas que observan al paciente tienden a callarse, pero ante pequeños defectos suelen opinar.

2. Cuando se realice una intervención deben tenerse muy en cuenta las proporciones ideales entre las diferentes partes del rostro antes mencionadas. No es suficiente el buen criterio del médico, y desde luego deben evitarse imágenes generadas por ordenador y la utilización de la IA, ya que generarán expectativas al paciente, y muchas de ellas no se cumplirán. También deben tenerse en cuenta las alteraciones de la percepción. Por ejemplo, en una rinoplastia se suele alterar hasta 20° la inclinación de la parte baja de la nariz75. El punto subnasal es el mismo, pero al elevar la punta de la nariz se eleva la percepción del punto subnasal, y por tanto se alteran aparentemente las relaciones entre las diferentes partes del rostro. Por ello los pacientes de rinoplastia detectan una nariz más bella, pero se sienten un poco extraños, y las personas de su entorno perciben rareza en su rostro y, no olvidemos, que la rareza disminuye el nivel de belleza.

3. El médico estético debe dar consejos complementarios al paciente con la finalidad de que modifique algunos de los hábitos que impactarán en el atractivo de su rostro (exposición al sol, ingesta de ciertos medicamentos, mejorar los hábitos alimenticios, etc.)76.

4. El médico estético debe proporcionar consejos psicológicos al paciente con la finalidad de encauzar adecuadamente su tratamiento y, en algunos casos, evitarlo.

5. El médico estético debe desarrollar sus capacidades de percepción y composición estética, realizando estudios sobre composición armónica de pinturas, manejando adecuadamente formas, texturas, colores y relaciones. Es aconsejable consultar el estudio sobre Vassily Kandinsky de Boland77.

6. Es importante seguir estudiando continuamente la naturaleza y estructura de la membrana extracelular (MEC), y especialmente las reacciones tisulares e inflamatorias que se producen en las intervenciones. Desde un punto de vista ingenieril conviene realizar actuaciones minúsculas y muy numerosas, aunque para controlar la respuesta inflamatoria conviene realizar pocas acciones al mismo tiempo. Ello obliga al médico especialista a recordar y visualizar en todo momento el antes y el después de cada pequeña intervención para alcanzar los resultados correctos. Por ello el médico estético debe desarrollar la memoria espacial realizando ejercicios visuales a menudo.

7. En un estudio se ha demostrado que mejorando los ojos (cirugía o maquillaje) se incrementa la atracción y el atractivo en un 40%, si además se mejora o se maquilla la piel, el atractivo aumenta hasta un 80%78. En cambio, mejorar los labios apenas incrementa el atractivo en un 26%57. Este detalle conviene que el médico lo valore para disuadir a sus pacientes de conseguir unos labios grandes. Mejor que pasen desapercibidos. La diferencia entre la belleza y la fealdad, en muchos casos, es cuestión tan solo de uno o dos milímetros en la alteración de algunos rasgos.

Conclusiones

En el presente trabajo se han recopilado los principales factores fisiológicos involucrados en la percepción de la belleza humana. La evolución y la selección natural han propiciado que las características y rasgos corporales que se perciben como bellos en realidad evidencian una gran calidad genotípica y fenotípica, con la finalidad de vernos atraídos sexualmente por las personas más sanas y que ofrecen una mayor garantía reproductiva.

No obstante, la belleza depende de la interrelación de un amplio conjunto de características y rasgos corporales, por lo que se requiere un gran potencial de actividad neurocognitiva, que sobre todo se realiza a nivel inconsciente. Por ello sabemos claramente si algo es bello o no, pero no sabemos los motivos. La percepción de la belleza tiene un gran componente genético, universal y objetivo, aunque también se ve influenciada ambientalmente por cada entorno cultural. En ese sentido, la belleza sobre todo tiene un componente objetivo, aunque también en menor medida un componente subjetivo e intersubjetivo.

Todos tenemos la capacidad innata de detectar la belleza, aunque pueden existir dudas y conflictos internos si se intentan potenciar y forzar los componentes subjetivo e intersub­jetivo de la belleza sobre su componente objetivo y universal. Sin embargo, pocos pueden crear belleza, justamente porque no se conocen todos los factores involucrados, ni las complejas interrelaciones entre ellos. El presente trabajo pretende ayudar a este respecto identificando las principales bases fisiológicas de la belleza humana. Por tanto, permite estructurar investigaciones futuras, y servir de gran ayuda a todos los artistas y profesio­nales involucrados con la belleza humana, como es el caso de los médicos estéticos.

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