Revista científica
de la Sociedad Española de Medicina Estética
Revista científica de la Sociedad Española de Medicina Estética

Edadismo en medicina estética.
Análisis crítico de una discriminación normalizada

Ageism in aesthetic medicine.
A normalised discrimination critical analysis

Autores

Introducción

La medicina estética se encuentra en una posición paradójica dentro del discurso del envejecimiento. Por un lado, ofrece herramientas para mejorar la autoestima y el bienestar de los pacientes a través de múltiples tratamientos que abarcan materiales diversos, como la aplicación de toxina botulínica tipo A (TBA)1, las inyecciones de implantes de relleno2 o el tratamiento basado en aparatos que emiten energía3; por otro, refuerza los patrones de belleza que patologizan el envejecimiento. En este contexto, el edadismo, como concepto introducido por Robert Butler en 1969 para describir los prejuicios hacia las personas mayores, adopta una forma específica: la promoción sistemática de la juventud como ideal estético y social4.

Numerosos estudios muestran que la presión por mantener una apariencia joven puede derivar en ansiedad, insatisfacción corporal y decisiones clínicas discutibles5. La industria está jugando un papel relevante en el notable aumento y la creciente demanda de tratamientos estéticos, influyendo directamente en la formación médica y las necesidades de tratamiento de la población. Ante esto se plantea la estrecha colaboración que debe existir entre las instituciones académicas, las sociedades médicas y la industria encaminada a la correcta formación de los médicos estéticos en buenas prácticas6. En medicina estética, esta presión puede traducirse en una práctica que, sin ser consciente, perpetúa la discriminación por la edad incidiendo de forma más notoria en las mujeres, aunque en la actualidad no hay ningún colectivo que se libre de ella7.

El edadismo se fundamenta en estereotipos negativos hacia las personas mayores, que nuestra sociedad de culto a la belleza tiene interiorizados, y se da por sentado que son menos capaces, menos atractivas o productivas. Curiosamente al interiorizar los estereotipos negativos, las personas mayores pueden volverse más olvidadizas, enfermizas y deprimidas simplemente porque anticipan la adopción de tales características en su vida posterior8. La intensidad de la “actitud edadista” hacia las personas mayores aumenta si, además, presentan un trastorno mental. De hecho, se ha comprobado que una mayor discriminación por edad implica una mayor probabilidad de desarrollar una discapacidad nueva o empeorar la que se tenga. Incluso conviene subrayar la relación entre “edadismo y mortalidad”9. En efecto, la autopercepción negativa de la vejez se asocia con mayores riesgos de mortalidad en los adultos mayores. Dicha asociación resulta más significativa en hombres que en mujeres y persiste en edades muy avanzadas. En medicina estética, esto se traduce en la idea de que el envejecimiento debe ocultarse o corregirse. Se promueve un ideal de belleza juvenil como norma deseable y universal, y se tacha de enfermedad el paso del tiempo con expresiones como: “rejuvenecimiento facial”, “revertir signos de la edad”, “combatir el envejecimiento”, “tratamientos antiedad o antienvejecimiento”, entre otros. Expresiones normalizadas ya en la comunicación médico-paciente y ampliamente difundidas por los medios de comunicación10. No es un fenómeno que nos afecte de forma aislada, todo lo contrario, cobra fuerza porque se ha hecho universal11,12. Todo lo anterior conlleva un mensaje implícito y claro: envejecer naturalmente es algo indeseable y que quien no intenta “mejorarse” está descuidándose o abandonándose.

Edadismo en medicina estética

Son múltiples las maneras como el edadismo se ha introducido en la medicina estética, permeando todos los grupos sociales, y promocionando tratamientos a la medida de cada generación13. Podría desglosarse con fines didácticos en varios apartados, aunque su función sea conjunta y encaminada al mismo fin.

1. Mercadotecnia y publicidad

Las campañas publicitarias de forma reiterada muestran imágenes, claramente retocadas, de juventud eterna, promoviendo que los tratamientos se hagan a edades cada vez más tempranas, lanzando consignas como: “la TBA cuando comienza a usarse a los 20 años tiene un efecto preventivo”. O bien de manera abierta o soslayada las campañas asocian juventud con belleza, éxito y poder.

2. Lenguaje médico y comercial

Ambos son coincidentes, no hay más que escuchar el uso de términos como “antiedad”, “corrección” o “prevención del deterioro” manejados en la práctica diaria y asociados a la rentabilidad, lo que refuerza la idea de que la vejez es un defecto y resulta rentable combatirlo14. También cabe mencionar la asociación de la autoestima con la capacidad de parecer joven. Cuando al paciente se le dice: “tú, lo vales; tú, te lo mereces” o de modo incisivo y sugerente: “actualmente, la edad es una elección”, no somos conscientes de que citamos eslóganes de una compañía cosmética internacional15.

3. Presión sociocultural y laboral

Ya se ha normalizado la intervención estética como una forma de “autoestima” o “empoderamiento” del paciente, ampliamente secundada por las redes sociales y su comparación constante con estándares inalcanzables de belleza o mostrando patrones de moda efímeros y cambiantes, que a toda costa quieren emularse hoy para ser abandonados mañana, alejándose cada vez más del estándar universal de belleza16.

Sin embargo, es menos conocido el papel que juegan el empleo de la cosmética, la medicina y la cirugía estética en la necesidad de competir en un mercado laboral que penaliza la edad, muchas veces como único referente discriminatorio. Tampoco se ha investigado sobre el papel que puede jugar la propia pareja en la toma de decisiones estéticas17.

4. Terminología imprecisa

En lo que va de siglo se ha avanzado de forma extraordinaria en procedimientos quirúrgicos menos invasivos que en épocas precedentes. Este término ha sido rápidamente adoptado por los profesionales de la medicina estética y ampliamente difundido a través de las redes sociales que les son propias; de tal manera que existe sobrada confusión entre los pacientes y los propios médicos18. Es habitual encontrar en la publicidad clínica los términos “mínimamente invasivo”, “poco invasivo” o “no invasivo” en referencia a tratamientos como la esclerosis de varices19, los implantes de relleno inyectables a diferentes profundidades20, o la aplicación de TBA21,22. Esta confusa, y quizás interesada terminología, aparece de forma habitual en la literatura científica y ha sido ampliamente aceptada por el colectivo de médicos estéticos, dermatólogos o cirujanos. Sin embargo, cuando se producen efectos adversos y/o complicaciones asociadas habrá que hacer frente a la realidad sin entrar en virtuosismos lingüísticos.

5. Sesgo de género

Si hay un colectivo, que es un objetivo especial del edadismo estético se trata de las mujeres; de ellas se espera que envejezcan “con gracia", lo cual implica que no exhiban arrugas visibles ni flacidez acusada. En contraposición, los hombres tienden a ser valorados positivamente por señales de madurez, como las canas o las arrugas. Mientras que la percepción social es más favorable con las mujeres jóvenes y de mediana edad en comparación con los hombres; esta tendencia se invierte con las mujeres de mayor edad23. Además, son las propias mujeres las que contribuyen a mantener estas situaciones de discriminación24.

6. Entorno cultural

La creencia, ampliamente extendida, de que la cultura oriental tiene en más alta estima a sus mayores está cambiando25. Estas sociedades que, inicialmente mantenían tradiciones de mayor sensibilidad filial, a medida que se han ido industrializando y aumentando su población, han cambiado hacia los modelos occidentales y se está perdiendo el respeto por los mayores, tendencia que se ha intensificado durante la pandemia Covid‑19 en poblaciones medianas y grandes; matizado por estereotipos positivos de sabiduría y experiencia26. Como es bien sabido, en España como en otros países de nuestro entorno, el problema del envejecimiento lleva aparejado el aumento de la inmigración, un fenómeno que se contempla como una forma de sostenibilidad del nivel de bienestar, pero a su vez plantea nuevos retos en la manera como se integren las poblaciones que llegan27. En principio, la procedencia de América Latina y de África representan culturas dispares con menos carga de edadismo; no deja de ser significativo que las cuidadoras de la gente mayor sean latinoamericanas, teniendo a su favor el idioma.

España en el punto de mira

Nuestro país no es ajeno a un fenómeno mundialmente extendido, aunque el número de publicaciones relacionadas con el edadismo son escasas28. De hecho, la prevalencia de tratamientos médico-estéticos nos sitúa a la cabeza de Europa, según recoge el informe de 2023 de la SEME, un 46,6% de la población española se ha realizado un tratamiento de medicina estética23. Con la particularidad de mostrar una polarización de edades; aumentan los tratamientos entre poblaciones más jóvenes (de 16‑25 años, entre un 14‑20%) y los mayores de 45 años (28‑38%). La mayoría de usuarios son mujeres (69%), frente al 31% de hombres. Estos datos muestran que el uso de medicina estética no es exclusivo de un grupo etario concreto, lo que sugiere que las presiones culturales y sociales sobre la apariencia atraviesan diferentes cohortes23.

Sin embargo, el estudio revela que los pacientes de clases alta o media-alta forman la mayoría (69%) de quienes recurren a la medicina estética, mientras que solo el 6% corresponde a la clase baja. Existe una percepción de elitismo o de que la medicina estética no es asequible para todos los estratos socioeconómicos. Esto sugiere que parte de la normalidad con la que se vive el uso de tratamientos estéticos viene acompañado de desigualdades económicas, de acceso, y probablemente de reconocimiento social.

El estudio en Tenerife realizado con mayores de 50 años sin deterioro cognitivo encontró correlaciones entre actitudes positivas hacia su envejecimiento y mejor bienestar físico y psicológico; mientras que las actitudes negativas se asociaron con malestar general. No obstante, el sesgo hacia la alta inclusión de mujeres hay que tenerlo presente29. Otra línea de datos recabados de los países que conforman la Unión Europea, aunque menos vinculada a la estética, sugiere que las percepciones sociales del envejecimiento, tanto las que son propias como las que se refieren a otras personas mayores, tienen impacto real en la salud mental30.

Otra iniciativa destacable, destinada a combatir el edadismo, es la campaña emprendida por la Fundación Grandes Amigos, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 203031. Se centra en que las expresiones como “combatir”, “eliminar” o “revertir” los signos de la edad promueven un relato cruel, que estigmatiza el envejecimiento y daña la autoestima de las personas, por lo que demandan que sean eliminadas de las campañas publicitarias de promoción de cosméticos; un tema ya contemplado en nuestra legislación, aunque obviado por los intereses comerciales32. Al mismo tiempo se refuerza la Campaña Mundial contra el Edadismo de la OMS, iniciativa respaldada por 194 estados miembros33.

El objetivo de este trabajo es explorar las implicaciones clínicas, éticas y sociales del edadismo en la práctica médico-estética contemporánea para poner de relieve la necesidad de que sea una práctica consciente, que promueva tratamientos para una vejez digna y rechace modelos excluyentes de belleza.

Metodología

Se ha realizado una revisión narrativa de la literatura científica publicada, desde enero de 2015 hasta septiembre de 2025, haciendo hincapié en las publicaciones más relevantes y recientes. Las fuentes se obtuvieron de bases de datos como PubMed, Scopus y Google Scholar. Los términos clave incluyeron “ageism”, “aesthetic medicine”, “cosmetic procedures”, “aging and beauty”, “ageism in men and women” y “ethics in aesthetic practice”. Se priorizaron artículos en inglés y español que abordaran la relación entre envejecimiento, estética, ética y representación social.

Resultados

En general, muchos de los trabajos consultados se muestran críticos con respecto al edadismo, especialmente los que inciden sobre los aspectos éticos que la medicina estética debería considerar.

Juventud como norma estética

Diversos autores han señalado que la medicina estética se ha construido históricamente en torno a la exaltación de la juventud4. Esto se refleja en la oferta de tratamientos como toxina botulínica, rellenos dérmicos, hilos tensores y lifting facial, cuya demanda se justifica en términos de “rejuvenecimiento” o “prevención de signos de la edad”. Tratamientos y campañas dirigidas hacia el segmento joven de la sociedad para atraerlo hacia tratamientos que no siempre necesitan24.

Representación del envejecimiento como error

El discurso publicitario de muchas clínicas, acordes con la industria, influencers, celebrities y bloggers, refuerza la idea de que el envejecimiento es un defecto que debe corre­girse34,35; de esta forma se transmite la imagen de la vejez como decadencia, invisibilidad o inutilidad, lo que genera sufrimiento psicológico y presión negativa sobre los mayores4.

Impacto en la decisión clínica

La percepción edadista influye en la evaluación médica; desde la consideración de que los pacientes mayores son menos aptos para recibir tratamientos estéticos por prejuicios sobre su fragilidad; o bien, todo lo contrario, pueden ser incentivados de forma no ética a tratamientos excesivos para “recuperar la juventud perdida”5‑7.

Autoedadismo y demanda estética

El fenómeno del autoedadismo merece atención porque supone la interiorización de estereotipos negativos sobre la percepción de la vejez en uno mismo, lo que se manifiesta frecuentemente en los pacientes que solicitan procedimientos con el objetivo de evitar verse “viejos”, más que por una motivación funcional o reconstructiva o simplemente “verse mejor”. Esto plantea dilemas éticos para el profesional médico que aconseja de forma tan desacertada a este grupo etario6.

Es preciso destacar los pocos estudios realizados en España; muy por debajo de los realizados en EE. UU., aunque dentro del promedio bajo de la Unión Europea. Sin embargo, sus peculiaridades geográficas como país mediterráneo podrían marcar diferencias sobre la percepción del envejecimiento, en particular en aquellas regiones en las que la media de edad supera los 50 años25,26,36.

Discusión

La medicina estética debe enfrentarse a su rol en la reproducción del edadismo. No se trata de negar el valor de los procedimientos estéticos sino de reconocer que, sin un enfoque ético y crítico, la práctica puede consolidar modelos de belleza excluyentes. La promoción de una “estética positiva del envejecimiento”, basada en la aceptación de los cambios fisiológicos y en la diversidad corporal, es una necesidad urgente. Más aún si consideramos que sigue siendo cierto el adagio de Ovidio: forma bonum fragile est (la belleza es un don efímero)37.

Figura 1
Figura 1. Resumen de los principales desafíos éticos a los que se enfrentan la medicina y los médicos estéticos.

Es urgente incluir en la formación de los médicos estéticos contenidos sobre la ética del envejecimiento y los sesgos inconscientes, con el objetivo de tomar decisiones clínicas más responsables y libres de presiones mercantilistas y sociales. La ética no está reñida con la estética10‑12. El cambio de paradigma en la medicina en general alcanza máximos en la medicina estética; los pacientes ya no plantean un problema que el médico diagnostica, explica, propone y realiza el tratamiento; directamente solicitan lo que pretenden lograr, en muchas ocasiones mostrando la imagen en su móvil; esto supone una cantidad no despreciable de desafíos éticos (Figura 1)13,38. El acto médico no debería banalizarse en aras de obtener un beneficio económico, completamente legítimo en la práctica de la medicina privada, pero siempre acompañado de la dimensión ética que no puede sucumbir a la estética consumista y despersonalizada15,39.

Es importante afirmar que la búsqueda de tratamientos estéticos per se no es edadista; se transforma en tal cuando el sistema de valoración induce a que muchas personas sientan que deben someterse a tratamientos estéticos para ser aceptadas36,40. Por tanto, el problema no reside en la medicina estética, sino en su utilización y venta de tratamientos como herramienta necesaria, imprescindible e inmediata para evitar el rechazo social asociado al envejecimiento41,42. De esta forma no se empodera al paciente; al contrario, cuando los argumentos que se emplean para lograr un tratamiento se basan en explotar el miedo a verse viejo/a, solo refuerzan la inseguridad de los que acuden para ser ayudados a sentirse mejor.

Los efectos indeseados e indeseables del edadismo estético pueden resumirse en varios puntos: autoestima deteriorada por comparación constante; discriminación laboral y social hacia quienes no cumplen con estándares de juventud; deshumanización del cuerpo envejecido, tratado como “fallido” o “en proceso de corrección” y, por último, normalización de intervenciones médicas innecesarias con potenciales riesgos para la salud33‑35.

Hay preguntas urgentes que todo médico estético tendría que hacerse: ¿es posible una medicina estética humanista en este siglo?, ¿cómo ejercer con honestidad la medicina estética que tanto se reclama como especialidad? Y, no menos importante, ¿cómo combatir el edadismo? Unas y otras están tan estrechamente relacionadas que tiene respuestas afines. Esta es una tarea compleja que requiere mover todos los pilares de la sociedad, alejándose del buenismo y proteccionismo tradicionalmente empleados, para impulsar programa específicos y participativos del propio colectivo. Este tema precisa de un amplio desarrollo y escapa al propósito de este artículo; no obstante, las líneas generales quedan recogidas y resumidas en la Figura 2. Es imprescindible una educación crítica sobre la belleza y el envejecimiento desde una edad temprana. Se cree que hemos avanzado mucho en la percepción de la belleza, pero no deja de ser un espejismo cambiante, una moda pasajera, en ocasiones alejada de algo menos influenciable como es la propia carga genética, que también cuenta en la percepción de la belleza16.

Figura 2
Figura 2. Son muchos los factores de toda índole capaces de influir en el edadismo. Este esquema interactivo propone cambios en el comportamiento psicológico y psicosocial del individuo y la sociedad, pero con la participación específica del colectivo de los mayores en las tomas de decisión que afectan su salud y bienestar.

No menos importante es actuar con responsabilidad ética en la práctica de la medicina estética, evitando discursos que muestran la edad como una enfermedad en sí misma. No se puede desligar el fundamento ético de la praxis clínica porque es garantía de atención digna, sea cual sea el tratamiento que se le preste al paciente, independientemente de su edad. No hay que olvidar que el humanismo debe estar presente en la formación continuada, la escucha activa y la atención hacia los miedos y expectativas del paciente, y no puede perderse el enfoque en la salud integral, más allá de las meras apariencias42.

Hay que romper estereotipos y apostar por una representación diversa en medios de comunicación y campañas de sensibilización, de tal forma que sean bienvenidos los rostros de diferentes edades y etnias sin retoques excesivos. Médicos estéticos, dermatólogos y profesionales de estética tienen una responsabilidad ética común en no reforzar estereotipos dañinos, fomentando el consentimiento informado real que explore las motivaciones internas y externas del paciente.

En nuestro país existen vacíos de conocimiento que urge subsanar, faltan estudios que midan directamente cómo el lenguaje “antiedad” en la publicidad estética afecta la autoestima, las expectativas de los pacientes o las decisiones de tratamiento en España34. También faltan estudios cualitativos con pacientes que se identifican con estar envejeciendo, a fin de explorar las motivaciones que los han llevado a realizar determinados tratamientos, las presiones que hayan podido sentir o los efectos psíquicos posteriores experimentados. Igualmente se carece de análisis de variación según el género (colectivo LGTBI+), la clase social o la localización geográfica respecto al impacto del edadismo estético en España.

España, como otras culturas mediterráneas, tiene tradiciones de valoración del cuidado personal y de la apariencia; pero el edadismo estético está siendo exacerbado desde ángulos muy diversos, celebrando la juventud y escondiendo la madurez visible. Somos un país donde hay un uso creciente de tratamientos estéticos en edades tempranas, cuya consecuencia es la internalización del ideal juvenil y esto puede generar insatisfacción corporal, ansiedad y malestar psicológico, especialmente si las expectativas no se corresponden con los resultados43,44.

Conclusiones

El edadismo en medicina estética es una forma de discriminación sutil, pero profundamente arraigada. No solo afecta la relación médico-paciente, sino que contribuye a una cultura que rechaza el envejecimiento natural del cuerpo.

La medicina estética ética debe orientarse a empoderar al paciente, no a imponer ideales normativos de belleza.

Es urgente llenar el vacío que existe de publicaciones científicas rigurosas que exploren los posibles daños físicos y psicológicos que conlleva la práctica desmesurada de continuos retoques estéticos.

Replantear los mensajes, redefinir los objetivos de los tratamientos y fomentar la diversidad estética son pasos esenciales para avanzar hacia una práctica más inclusiva.

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